Una anomalía preocupante ha sido detectada en la Corriente del Golfo durante los últimos meses. El clima del mundo depende, en gran medida, de la circulación oceánica y es importante conocer el alcance de las consecuencias que esta anomalía podría suponer para el día de mañana, especialmente en Europa y Norteamérica.
La Corriente del Golfo
Esta corriente circula desde el Golfo de México hasta la costa occidental de Europa en el Atlántico Norte, pasando por la costa este de Estados Unidos. Realmente, no lo hace en línea recta, sino que el agua se mueve de forma compleja, formando multitud de remolinos.
La Corriente del Golfo tiene influencia en el clima de Florida, suavizando las temperaturas a lo largo del año, donde los inviernos son menos fríos y los veranos menos calurosos. Lo mismo sucede en Europa, donde el agua cálida que proporciona esta corriente tiene un impacto regional en el clima de países como Reino Unido, Noruega o Islandia.
Anomalías sin precedentes en 150 años
Para empezar, tenemos que definir una anomalía como un registro que se desvía de un resultado estándar o esperado en un lugar o momento determinado. Cuando hablamos de océanos, el registro más empleado es la anomalía de la temperatura en la superficie del mar (SST por sus siglas en inglés), que en este caso muestra que la corriente es más cálida de lo habitual en algunos lugares del Atlántico Norte, con 6°C – 8°C por encima de la media.
Esta anomalía es significativa, y tales valores suponen una mayor cantidad de energía disponible para los fenómenos meteorológicos de la región. Por ejemplo, el contacto de la atmósfera con agua a temperatura 8°C por encima de lo habitual, se traduce en una fuente de aire más cálida que podría encontrarse con una masa de aire ártica, y producir fuertes tormentas o temporales como la gran nevada que sufrieron en España el pasado enero de 2021.
Precisamente, ese mes la anomalía se intensificó, extendiéndose sobre un área mayor y con unos valores superiores a la media de los últimos años. Y no sólo en superficie, también se ha observado ese mismo cambio en la temperatura del agua en profundidades de entre 100 y 500 metros.
Circulación en el Atlántico Norte
Sin embargo, la Corriente del Golfo es sólo una parte de algo mucho más grande: la Circulación de Retorno del Atlántico Meridional, más conocida con el acrónimo AMOC en inglés.
La AMOC es un gran sistema de corrientes oceánicas que se desplazan regularmente en función de varios factores, pero aquí vamos a prestar atención especialmente a la salinidad y la temperatura, ya que son los parámetros que controlan la densidad del agua. Dentro de la AMOC, la Corriente del Golfo tan sólo es una parte superficial en el Atlántico Norte.
Salinidad y circulación oceánica
La salinidad del agua determina su punto de congelamiento. Cuanta más sal contiene un volumen de agua, más densa se vuelve y esto dificulta que se congele, es decir, necesita temperaturas más bajas para formar los cristales de hielo. La densidad influye en la circulación oceánica y afecta al clima del planeta.
Por ejemplo, la capa superficial del océano está en contacto con la atmósfera, por lo que esta capa acaba absorbiendo partículas como el CO2. Cuando la densidad del agua aumenta por la combinación de sal y baja temperatura, esta se hunde y, con ella, el CO2 que ha adquirido en la superficie.
Los océanos son los mayores contenedores de CO2 del planeta, y por ende son muy importantes para eliminarlo de la atmósfera, ya que una vez transportado a las profundidades del fondo marino permanece allí durante miles de años.
Sin embargo, varios procesos pueden causar cambios en la salinidad del agua. La evaporación transforma las moléculas de agua en vapor, dejando atrás la sal, por lo que la proporción de sal respecto a la de agua aumenta. Lo mismo sucede con la congelación del agua. Por el contrario, tanto el aporte de agua dulce por lluvia o los ríos al mar, o bien la fusión del agua helada, provocan la reducción en la salinidad mediante la dilución.
Todos estos procesos combinados hacen que los océanos sean más o menos salinos en diferentes regiones de la Tierra.
El mapa de salinidad que mostramos es de agosto 2020, y en él podemos ver que el océano es más salino a ambos lados de la línea del ecuador, donde las altas presiones traen aire seco a la superficie del mar y produciendo que la evaporación sea mayor que la precipitación.
A lo largo del ecuador, la precipitación es mucho mayor, por lo que la salinidad aquí se reduce. Vemos también cómo la salinidad tiende a disminuir a medida que nos aproximamos a los polos, donde hay más precipitación que evaporación, e igualmente ocurre en la desembocadura de los grandes ríos como el Amazonas, el Congo o el Ganges.
Los lugares con mayor salinidad son los mares casi cerrados en las zonas áridas (Mar Mediterráneo, Mar Rojo y Golfo Pérsico).
Los cambios de la salinidad y la temperatura provocan unos patrones regulares en los océanos del mundo, haciendo que las masas de agua fluyan, se hundan y emerjan. Esta es la razón por la que la AMOC es tan importante: es la única fuente de agua cálida para el Atlántico Norte.
La mayor preocupación para los Estados Unidos y Europa es que esta circulación se detuviera, desencadenando un cambio en los patrones climáticos de ambas regiones. Sin embargo, es muy difícil calcular el alcance de estos cambios, ya que, como hemos visto, el clima y el océano están inevitablemente conectados.
El debilitamiento de la AMOC y la Corriente del Golfo
La realidad es que la AMOC se está debilitando. En el siguiente gráfico se observa que la Corriente del Golfo se está calentando mientras que las aguas del Atlántico Norte se están enfriando. La diferencia entre estas dos áreas sirve para cuantificar la intensidad de la AMOC.
Desde 1900 se aprecia una disminución, lenta pero constante, del enfriamiento del Atlántico Norte. Además, tanto la observación directa de los datos como las simulaciones matemáticas confirman que la AMOC se ha estado debilitando, especialmente durante los últimos 40 años.
Aunque suene paradójico que el Atlántico Norte se esté enfriando en un contexto de calentamiento global, donde muchas áreas del océano están incrementando su temperatura, lo cierto es que esto tiene bastante sentido.
Recordemos que tanto el casquete polar del Ártico como Groenlandia están en contacto directo con las aguas del Atlántico Norte, y que el aumento de la temperatura en la atmósfera de las últimas décadas ha propiciado la fusión de los glaciares groenlandeses y la banquisa del Ártico. Esto quiere decir que el agua dulce y fría de estas masas heladas está reduciendo la salinidad del océano, y por lo tanto no es lo suficientemente densa para hundirse.
¿Y qué puede suceder si el agua de estas latitudes no se hunde? Pues que se ralentiza la circulación oceánica habitual, y el agua permanece estancada, provocando un atasco. Una simulación de este escenario nos avisa de las futuras consecuencias.
El hemisferio norte disminuiría en varios grados su temperatura media, originando además cambios en los patrones climáticos actuales. Por ejemplo, desconocemos cuáles serían los nuevos patrones de presión (borrascas y anticiclones), pero lo que parece probable es que la precipitación sería mucho más escasa, y generaría inviernos mucho más fríos y secos.
Naturalmente, este sería el resultado de décadas o siglos tras la detención de la AMOC, pero, aunque hoy pueda parecer lejano, la tendencia de este proceso nos lleva a ese escenario.
Lo que sí parece estar sucediendo ya, es el aumento en la frecuencia y la violencia de las tormentas tropicales y los huracanes. Y en efecto, la AMOC tiene mucha importancia en estos fenómenos.
Huracanes y tormentas tropicales
Todos recordamos el huracán Sandy. Fue uno de los más devastadores de 2012, y causó daños valorados en 70 mil millones de dólares, matando además a 230 personas a lo largo de los 8 países que atravesó desde el Caribe hasta Canadá.
En efecto, el huracán Sandy se originó gracias a que las aguas del Atlántico tropical eran más cálidas de lo normal, utilizando esta energía para potenciar su magnitud.
Después del paso del huracán, los satélites para la observación climática registraron un brusco enfriamiento de las capas superficiales del océano en aquellos lugares recorridos por el ciclón (entre 4 y 6 grados por debajo de la temperatura original). Parte de este enfriamiento se debe a la mezcla de las distintas capas del océano, ya que el agua más fría de las profundidades emerge y se mezcla con las capas más cálidas de la superficie.
Los fenómenos extremos y la Corriente del Golfo
Las predicciones muestran que, mientras las aguas cálidas de la Corriente del Golfo continúan fluyendo hacia el Ártico, el Atlántico Norte se mantiene neutro e incluso más frío de lo normal por el derretimiento de las aguas heladas que mencionamos antes. Esto es lo que sugieren las últimas observaciones de finales de verano y principios de otoño en 2020.
A través de la predicción de la anomalía pluviométrica, podemos esperar más lluvia de la habitual desde África Occidental, expandiéndose por el Atlántico hacia el Caribe, junto con la costa este de Estados Unidos y la Corriente del Golfo.
Esta presencia de aguas más cálidas en el océano, junto con el aumento de la precipitación, constituye una señal muy clara que apunta a una actividad mayor en la temporada de huracanes en el Atlántico.
Fuentes:
https://www.ncdc.noaa.gov/climate-monitoring/
https://www.severe-weather.eu/global-weather/gulf-stream-amoc-ocean-anomaly-united-states-europe-fa/