El ser humano es, ante todo, una especie curiosa. No deja de preguntarse por qué, para qué, dónde, cuándo y cómo. Desde el momento en el que adquiere conciencia de su entorno, la humanidad quiere conocerlo y dominarlo, comenzando un intenso proceso de exploración que le llevará a la conquista total de la Tierra.
A consecuencia de la gran revolución neolítica, con la aparición de la economía de producción y el nacimiento de la sociedad sedentaria, la actividad exploradora adquiere un ritmo creciente, con el comercio como el principal impulsor.
Las primeras exploraciones conocidas
Las primeras exploraciones que se conocen tienen lugar en Sumeria. La expansión y conquista de reyes sumerios, como Lugalzagesi de Uruk, dieron las primeras imágenes del mundo conocido en su época, dominando desde el mar Inferior (golfo Pérsico) hasta el mar Superior (mar Mediterráneo). De igual manera, Sargón de Acad es recordado como un gran explorador después de su viaje a los montes Tauro y a la parte oriental de la península de Anatolia.
Los antiguos egipcios consiguieron importantes descubrimientos a través del dominio del río Nilo. A diferencia de los viajes sumerios, estas empresas tenían carácter comercial, muchas veces impulsadas por el Estado. Gran cantidad de minerales y otros productos singulares como el marfil o el ébano eran obtenidos de las regiones meridionales del Nilo (Alto Nilo, Nubia, Sudán), o a lo largo de las costas del mar Rojo o el Sinaí, y ya en la prehistoria tuvieron contacto con los pueblos centroafricanos y los Pigmeos.
Los peligros del viaje
Uno de los exploradores más famosos, Hirjuf, realizó cuatro expediciones al Sudán y al Alto Nilo, volviendo a Egipto con un pigmeo como prueba de su hazaña ante el faraón Pepi II. Sin embargo, muchos aventureros pagaron el peaje con su vida, como es el caso de Pepinekht, que tuvo que esperar a que su hijo Sabni recuperase su cuerpo en el Sudán para poder ser enterrado según los ritos tradicionales.
Con el reinado de Menthu-hetep IV las expediciones se enfocaron hacia el mar Rojo y hacia el país de Punt (actual Somalia), extendiéndose en el tiempo hasta la dinastía XI y comienzos de la XII, cuando las sublevaciones de las tribus sudanesas dificultaron las incursiones hacia territorios meridionales.
Para hacernos una idea de la peligrosidad de estos viajes, basta mencionar la expedición al Punt dirigida por Khentekthai, muy celebrada por regresar a Egipto sin ninguna baja. Las líneas de suministros necesarias para abastecer las caravanas de asnos y porteadores se organizaban en la frontera meridional, no sin contratiempos, dado que las enemistades con algunas tribus forzaron al desvío de estas exploraciones hacia la selva en muchos casos.
A pesar de todo, gracias a las redes de un intenso comercio, se ha podido constatar que la influencia egipcia llegó hasta las áreas ecuatoriales africanas.
La exploración del Mediterráneo
Al norte del Nilo, los egipcios hicieron suyo el mar Mediterráneo oriental, explorando las costas de Chipre, Siria, Asia Menor y Creta. Poco a poco, los cretenses y los aqueos fueron ganando importancia en la navegación del Mediterráneo y extendieron su exploración hasta las Cícladas, la Grecia continental y el Mediterráneo central.
Más adelante, mientras cretenses y aqueos exploraban el mar de Cerdeña y el Tirreno, los ataques en el mar Egeo por los conocidos como Pueblos del Mar junto con la destrucción de la civilización micénica, privaron a la humanidad de varios siglos de información respecto a estas campañas.
Los fenicios heredaron las técnicas de navegación de los marineros egeos y a finales del siglo XII a.C. eran conocidos en la cuenca del Mediterráneo. En concreto, el comercio con las ciudades de Sidón y Tiro llevaron a sus marineros a explorar las costas de Tracia y el mar de Mármara. Posiblemente los sidonios fuesen los que descubrieron el mar Negro. Los tirios, por su parte, exploraron las costas del norte de África hasta llegar al Mediterráneo occidental y descubrir las Columnas de Hércules (lo que hoy conocemos como el estrecho de Gibraltar), las costas del sur de Iberia y el Océano Atlántico.
Estas exploraciones fenicias son anónimas, así como la fundación de ciudades como Gadir (Cádiz) y otras tantas a lo largo de las costas mediterráneas de Iberia.
La circunnavegación de África
Además, a través de Herodoto, sabemos que los fenicios fueron los primeros en circunnavegar el continente africano. Por orden del faraón Necao, los exploradores fenicios debían embarcar en un puerto del mar Rojo para regresar a Egipto a través de las Columnas de Hércules. La expedición duró tres años y consiguió un éxito rotundo, con la exploración de más de 20.000 km de costa: una de las mayores hazañas del mundo antiguo.
Intentos infructuosos
Esta circunnavegación de África intentó ser replicada en algunas ocasiones, pero durante esta época resultó imposible para quienes lo intentaron. El persa Sataspes fue condenado en la época del rey Jerjes a intentar el mismo viaje que realizaron los fenicios en sentido inverso (un curioso castigo que, en caso de tener éxito, se traduciría en gloria para el Imperio). Partió desde Egipto hacia las Columnas de Hércules para seguir la costa atlántica africana, pero en algún lugar de su travesía que aún desconocemos, Sataspes se desmoralizó y dio media vuelta para regresar a Persia, donde fue condenado a muerte.
Mucho más tarde, entre los años 146 y 117 a.C., el griego Eudoxio se embarcó en otro intento para rodear el continente africano, esta vez con el fin de llegar a la India sin pasar por las aduanas egipcias que mermaban sus ganancias. La primera expedición partió desde Gadir sin fortuna, ya que su navío encalló en algún lugar de la costa africana y tuvo suerte de poder regresar al punto de partida. Menos afortunados fueron durante el segundo intento, a pesar de haber sido preparado de manera meticulosa, pues tras partir de la ciudad gaditana nunca más se supo de ellos.
Este fue el último intento por circunnavegar África en la Antigüedad. Los fenicios lo consiguieron, pero su hazaña fue olvidada por los romanos, y durante esta época las costas del continente africano aparecen deformadas en los planisferios.
La exploración del Mar Negro y las costas atlánticas
Griegos
Los griegos heredaron el espíritu de aventura de sus antepasados aqueos, mostrando el carácter explorador en todos sus héroes (Hércules, Aquiles, Ulises…) y convirtiéndolos en grandes navegantes del mundo antiguo. Por ejemplo, la leyenda de Jasón y los argonautas en la exploración del Ponto Euxino (Mar Negro) enmascara la exploración griega de las costas del Mar Negro, el Mar de Azov y de las cuencas bajas de los ríos Tasis, Tanais (Don) e Ister (Danubio), la península de Crimea y la llanura ucraniana.
Las navegaciones griegas alcanzan la totalidad del Mediterráneo entre los siglos VIII y VII a.C., fundando centenares de colonias en las costas del sur de Italia, Sicilia, sur de Francia e Iberia. El motor de estas exploraciones es principalmente económico, por la búsqueda de minerales y tierras fértiles para la expansión, pero no puede desdeñarse también un deseo de aventura y atracción por lo desconocido.
Tartesios
Por otro lado, la exploración de las costas atlánticas europeas fue iniciada por los tartesios. Desde la desembocadura del río Guadalquivir, recorrieron la costa occidental de la península Ibérica hasta las rías gallegas y más tarde las islas bretonas (Cornualles en concreto) en busca de estaño para comerciar con los fenicios. Paralelamente a estos viajes, se adentraron además en el interior de la meseta ibérica hacia el norte y el oeste, donde encontraron abundante oro y estaño.
Cartagineses
Con la desaparición de Tartessos hacia el año 500 a.C., los cartagineses continuaron las exploraciones atlánticas. La expedición de Hannón, cuya finalidad era colonizadora y exploradora, embarcó en Cartago a 30.000 colonos dotados de todo lo necesario para fundar nuevas ciudades. Después de cruzar el estrecho de Gibraltar y doblar el cabo Espartel, fundó varios asentamientos a lo largo de la costa atlántica magrebí hasta llegar a Lixus, donde se ubicaba una factoría fenicia en la desembocadura del río Lucus (Marruecos).
A partir de este punto comenzó la etapa de exploración de costas desconocidas, siempre hacia el sur. La descripción de la geografía parece indicar que Hannón consiguió llegar hasta Cabo Verde y Sierra Leona, aunque algunos estudios sugieren que pudo haber llegado hasta Gabón, e incluso haber tenido contacto con tierras brasileñas al otro lado del Atlántico. Sin embargo, esto último no ha podido ser probado.
Continúa leyendo la segunda parte.
Fuentes:
- Maluquer de Motes, Juan, (1970), La Conquista de la Tierra, La Edad Antigua, Salvat Editores S.A. y Alianza Editorial S.A. Depósito Legal M. 22.903 – 1970
- https://www.livius.org/sources/content/herodotus/herodotus-on-the-first-circumnavigation-of-africa/
- Conde-Salazar Infiesta, Luis; Lucena Giraldo, Manuel, (2009), Atlas de los exploradores españoles, GeoPlaneta, ISBN 9788408086833, OCLC 556943554
- Morère Molinero, Nuria E. (coord.), (2009), Viajes en el Mediterráneo antiguo, Centro de Estudios Ramón Areces, Universidad de Sevilla, ISBN 9788480048248